
Pedirse una cerveza en Bélgica no
es como tomar una caña de Estrella. ¡Con todos mis respetos! Es todo un ritual.
Cada cerveza para su momento adecuado. Cada sabor y textura para su paladar.
Sólo hace falta darse una vuelta por el centro de Bruselas para darse cuenta que
los belgas aman su bebida. No hay terraza, mesa o mano sin ella. Además, cada
marca viene con su correspondiente vaso –o casi todas-. Es difícil encontrar
cervezas en los surtidores de los bares. Todas ellas son servidas en botella y
con su respectivo vaso.
Su historia se remonta a la época
medieval. Por aquel entonces estaba prohibida la ingesta de bebidas
alcohólicas. Pero debido a que muchas aguas de manantiales no fuesen potables –o
en algunos casos envenenadas - permitió la redacción de una orden que permitía
el consumo de estas bebidas. Los monjes fueron quienes aprovecharon esta
circunstancia para empezar a elaborar el preciado líquido. Las que hoy se
conocen como las cervezas Trapistas. Aquellas elaboradas en monasterios
trapenses y que tiene que cumplir una serie de requisitos marcados por la
Asociación Internacional Trapense si quieren lucir el logo “Authentic TrappistProduct” (ATP).
En Bélgica se encuentran 6 de
ellos que producen las Chimay, Westmalle, Orval, Rochefort, Achel. Y la Westvleteren por encima de todas. La
botella puede llegar a costar 8 euritos. Aún no he tenido el placer de llevármela
a la boca. La que sí he catado es la Bush. La que se dice que es la cerveza más
fuerte en Bélgica. 12 grados tiene la amiga. Al beberla me recordó a aquella “Dragoon?”
que servían en el Pub Excalibur de Tarragona años A. Y ya sabemos cómo acababan
las noches después de 2 pintas de esas. Ah, bendita la cerveza y que ganas de
expulsar Mi agüita amarilla como
dirían los Toreros Muertos. A su salud!
http://www.youtube.com/watch?v=65mkv5__Bk0