Hace años, meses, días que sueño
con esta carrera. Y ha llegado el día. El ansiado momento de vivir De Ronde al
lado de los adoquines. Nos dirigimos de Bruselas a Oudenaarde cogiendo dos
trenes. El primero hasta Gante dónde ya se empieza a notar el ambiente.
Primeros sombreros vikingos, gorras con el logo de la carrera, gente con neveras
(cargadas de cervezas, cómo no) y muchas banderas nacionalistas con el archifamoso
León de Flandes. También un símbolo del ciclismo. En el tren sólo hay un tema
de conversación. Ya sea en flamenco, francés, inglés, italiano, español o
catalán. Ciclismo. Puro y duro.
Llegamos a Oudenaarde. La ciudad
que acogerá la llegada ya se encuentra totalmente engalanada y ansiosa por
celebrar este día. Todo está bajo control. Sin sensación de caos. Los autobuses
gratuitos ya esperan para acercar a los aficionados a los diferentes puntos de
la carrera. Los más demandados los muros de Paterberg y Oude Kwaremont. Son 20
minutos de trayecto. 20 minutos que no puedes dejar de mirar por la ventanilla.
Casas engalanadas con banderas. Jardines que sirven de barbacoas. Zonas Vip…
Por fin llegamos a Kwaremont, lugar por dónde la carrera transitará hasta 3
veces. Perfecto. Son las 11 de la mañana, aún quedan 2 horas para el primer
paso de los ciclistas pero ya hay mucho, mucho ambiente. Nos dirigimos casi a
la cima del muro. Hay instaladas media docena de carpas de animación, con
comida y bebidas, además de una gran pantalla gigante para no perder detalle de
toda la jornada.
La gente está muy preparada.
Sillas plegables, incluso sofás hinchables, mesas, más neveras…y muchos de
ellos equipados con sus respectivos maillots. Incluso los más pequeños. Cómo si
se tratara de un Barça Madrid. O lo que sería lo mismo, un Cancellara Boonen.
El belga no llega en su mejor momento a la cita, así que las esperanzas
flamencas están en que alguien sea capaz de destronar a Spartacus.
Descendiendo el muro unos cuántos
metros en sentido opuesto a la dirección de carrera se llega al pueblo de
Kwaremont. La fiesta es aún mayor, con los bares repletos de fans con sus
cervezas, entonando cánticos indescifrables y más pantallas gigantes. Todo está
a punto. Sólo falta el coche que anuncia la llegada de los ciclistas al grito
de “Rodaniaaaaa” por megafonía. Sí, así 6 horas.
Pobre conductor. Que sufrimiento. El ruido de las bicicletas y coches golpeando
el pavé es indescriptible. Igual que ver las caras de sufrimiento de los
últimos del pelotón. Cómo aprietan los dientes. Tiran de riñón para no quedarse
aún. Demasiado pronto.
En unos segundos todo ha pasado. Coches, motos, ciclistas, helicópteros…pero aún quedan dos ocasiones más de disfrutarlos. Cuándo se esté decidiendo la carrera. Y que hay que hacer para pasar el rato? Pues eso…beber más, estar atento a la pantalla y entablar más conversaciones de ciclismo con tus “vecinos” de Inglaterra, flamencos o incluso uno que ha venido expresamente de Texas! No le pregunté por Armstrong, no quería arruinarle el día…
El último paso de los ciclistas
es el que despierta más fervor. El público se vuelve realmente loco. Con todos.
Sin excepción. Aún más con los belgas y especialmente Boonen. Una vez ha pasado
la cabeza de carrera y con sólo 15km para el final, las cunetas se vacían en un
segundo y todos se concentran delante de la gran pantalla. Hay mucha tensión y
nervios esperando el desenlace. 3 compatriotas contra un suizo. Y gana
Cancellara. El suizo. En territorio enemigo que sabe reconocer al campeón y su
esfuerzo. La mayoría de ellos le aplaude después del agónico sprint. A pesar de
su derrota. Pero todo es deportividad. Compañerismo. Es ciclismo.
La vuelta a casa no será amarga
para nadie. Todos han disfrutado de un enorme día. El día más esperado del año
para ellos. Su fiesta nacional. La fiesta del ciclismo. Vivir de Ronde, un
sueño hecho realidad.
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