domingo, 29 de septiembre de 2013

Lágrimas de plata


El Mundial de ciclismo de élite masculino tuvo un final muy cruel para Purito y Valverde. Después de recorrer 272km en un circuito infernal y con una lluvia torrencial acompañando a los ciclistas hasta los últimos quilómetros...el sol apareció y con él, el arco iris, que se acabó enfundando el portugués Rui Costa. Imponiéndose al sprint a Purito y Valverde haciéndose con la medalla de bronce. Hasta ese punto parece el relato de una tarda más que notable para el ciclismo español. Y lo tendría que ser. Pero no está teñida de oro. Por falta de fuerzas de uno o por la equivocación de otro. Y ya está la polémica servida.

Los rostros de los ciclistas en el pódium, y sobre todo, las lágrimas inconsolables de Joaquim, demuestran el poco sabor a gloria que tienen sus resultados. Hasta la última vuelta, la selección que dirigía Javier Mínguez ni se había mostrado en carrera. No fue hasta el último paso por la ascensión de Fiésole dónde el catalán aceleró, rompiendo el pelotón de los favoritos. Era el ataque bueno. A pocos metros se formó un grupeto de persecución con Nibali, Rui Costa, Valverde y Urán. Éste último enterraría todas sus opciones en una caída. Una vez pasado el último repecho de 600 metros con rampas del 16%, Purito fue neutralizado. Y lo volvió a probar. Se marchó solo otra vez para intentar desgastar el máximo a los rivales y probar una llegada al sprint con Alejandro, o bien, jugársela con su ataque. Parecía que la situación estaba controlada y que los dos españoles harían oro y plata. Hasta que Rui Costa decidió moverse. En ese punto, Valverde debió saltar a su rueda. Pero el murciano se quedó con Nibali. No hizo ni el intento de salir. No tenía piernas. Y es comprensible. Después de 270km en las condiciones que se habían hecho... Pero todo el mundo es libre de criticar, insultar y señalar culpables des del sofá recién levantado de la siesta. O des de una sala de prensa.


Señores, la táctica era buena y se estaba llevando a cabo a la perfección. Pero en el justo momento dónde se decidía la carrera no se pudo rematar. Y no hay que darle más vueltas. No son máquinas. Son ciclistas que han pedaleado más de siete horas completamente empapados y que arrastran miles de quilómetros de toda la temporada. De ahí las lágrimas de Purito. De frustración. De rabia. De agotamiento. 

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