Desaparecido en el mundo. En la última frontera. Allí dónde deseabas estar.
Tú, una sola compañía y naturaleza. Montañas, nieve, glaciares y fauna. Una
sensación de paz e inmensidad irrepetible. Las aguas de un río empiezan a
abrirse paso entre el hielo acumulado de un largo invierno frío. Un grupo de
jóvenes lo contempla mientras se intentan calentar las manos con una pequeña
hoguera. Llueve finamente pero es una delicia dejar penetrar ese aire frío en tu
cuerpo.

Que placer poder caminar por el manto blanco y sentir cómo el frío te
acaricia el rostro. Tú ríes, ella te abraza. Y todo se paraliza. Felicidad
dicen que se llama.
A nuestro paso nos encontramos pequeños pueblos que empiezan a despertarse
con el fin del invierno con la compañía de los rayos del sol. La gente nos
saluda y muestran su simpatía. Los otros habitantes del lugar. Un placer hablar
con ellos mientras sostienes una taza de café caliente. Porque sus historias te
dejan, una vez más, helado. No quiero ni imaginar cómo es vivir repetidos
inviernos ahí fuera, en una casa de madera, sin electricidad ni agua y con la
sola compañía de tu perro. Mis respetos y mi admiración.
Un contraste con el ritmo de la ciudad. No nos queremos ni parar. Queremos
descubrir más el lado salvaje y natural. Y así llegamos a un precioso pueblo
que nos regala una de las postales con más contraste y belleza. Imaginaros el Océano
rodeado por gigantes montañosos con nieve en sus cumbres. Horas contemplándolo
sentados en una playa. ¿Lo véis?
El último regalo emerge entre las aguas heladas del Pacífico. Dicen que son
ballenas asesinas. A mi me parecen los animales más hermosos que he visto
jamás. Un grupo de Orcas nos acompaña en nuestro viaje mientras delante de nuestros
ojos un glaciar se va resquebrajando lentamente...
No hay comentarios:
Publicar un comentario